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dimecres, 1 de juliol del 2015

La mina constante.


Había escrito cien veces: te quiero. Había escuchado que el roce hace el cariño. Lo 
hubiese escrito cien veces más. Mil. Un millón. De hecho, lo hizo. Pero ni los primeros trazos superficiales (esbozados con más calma, suavidad y mimo), ni los marcados surcos finales (grabados con mayor presión), provocaron la más mínima reacción. Y por más que lo siguió intentando (preocupado por tanto silencio y resistiéndose a perder la esperanza), continuó deslizando sus caricias de grafito sobre nuevos e impolutos folios en blanco sin obtener jamás respuesta, el lápiz.



 



[microrrelat enviat a Relatos en Cadena la setmana 11 / 2014 - 2015]
 

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